Los padres más allá de la disciplina

Llegó una época del año en la que podemos dedicarle un poco de tiempo a jugar juntos a uno de los juegos más divertidos y aclamados de todos los tiempos “Jugar a disfrazarnos”. Adoptar roles, imitar e identificarse con personajes es una oportunidad de aprendizaje que permite ir interiorizando actitudes, comportamientos, hábitos y estilos sociales. Estos contribuyen sustancialmente en la construcción de la seguridad personal, generan autoafirmación y preparan a los niños para futuras relaciones interpersonales, así como para los retos del futuro.

Disfrazarse es un juego fantástico, en el que tenemos la oportunidad de darle rienda suelta a nuestra espontaneidad y creatividad. Cumplir de una forma u otra las fantasías de un niño ayuda a su desarrollo emocional, porque de alguna manera lo libera. Actuando e interpretando diferentes roles, el niño logra expresar con tranquilidad sentimientos que, desde su rol de niño o niña, muchas veces le resulta difícil a la vez que le permite entender un poco más, y de una forma más natural, cómo son otras personas y otras situaciones.

¿Qué nos permite descubrir y desarrollar el juego de disfrazarse?

El disfraz

Ahora, cómo perder la oportunidad de construir nosotros mismos ese disfraz que transportará al niño a su estado más fantástico y espontáneo. Para sumergirnos verdaderamente en la experiencia del disfraz, debemos tomar en cuenta el proceso que nos lleva a él, desde la decisión del personaje hasta plasmar sus características básicas en una realidad tangible y hecha con nuestras propias manos. De esta forma adultos y niños somos capaces de tener un proyecto común que convertiremos en realidad, aprendiendo en el camino a trabajar en equipo, sustentando ideas, posibilidades y tomando decisiones juntos.

En esta experiencia compartida fomentamos el vínculo y nuestra capacidad como padres de permitirle al niño tomar decisiones, validarlas y respetarlas, ya que la participación del niño es activa en este proceso, los detalles de color, forma, y el porqué de cada una de las características de este personaje, además, nos permitirá explorar la gran historia detrás de él.

Queda claro que este es un momento de grandiosa estimulación, pues habrá que analizar materiales, planificar la acción, recortar, pegar, observar, discriminar formas, tamaños, colores y texturas, mientras además, profundizamos en las características conductuales del personaje que se interpretará, haciendo de esta actividad una experiencia verbal muy enriquecedora.

C

Con los disfraces puestos

Disfrazado el niño adopta las actitudes del personaje elegido y pone en acción toda su creatividad. Usa todo su cuerpo para apoderarse del rol, controlando sus movimientos y estimulando su sistema psicomotriz. Pero es en la interacción con los otros personajes, los que eligieron otros niños o los adultos que decidieron entregarse también a esta fiesta, que el niño finalmente da rienda suelta a su fantástica imaginación a la vez que experimenta un proceso acelerado de socialización y cooperación, que implica respetar turnos, resolver situaciones problemas, y negociar: habilidades importantes que le servirán para muchas situaciones de su vida en el futuro.

A

A disfrazarse con más frecuencia

El disfraz es una alternativa muy valiosa para el desarrollo emocional del niño, por esta razón más que ser solo un evento puntual en una fecha determinada, sería ideal que como parte de sus juegos cotidianos, los niños tengan la oportunidad construir personajes y entregarse a la fantasía de la mano de elementos como sacos, buzos, corbatas, sombreros, gorros, capas, collares, cinturones etc., los que les puedan permitir “jugar a ser otros” y compartir cuando quieran.