Es más que probable que en algún momento de tu vida te hayas sentido melancólico o melancólica. La melancolía es una sensación asociada a la tristeza, a pesar de que algunas veces implica revivir buenos recuerdos. De hecho, la escritora británica Amelia Barr afirmó que “todos los cambios están más o menos teñidos con la melancolía porque lo que dejamos atrás es parte de nosotros mismos”.
Y es que la melancolía nos recuerda que nos falta algo que en algún momento existió, algo que fue agradable, pero que ya no podemos recuperar. Por tanto, la melancolía es un sentimiento ambivalente ya que, por una parte, sientes placer al recordar el pasado pero, por otra, sufres por lo que has perdido. Por eso, no es extraño que hace siglos la melancolía fuera considerada como un trastorno.
De la bilis negra, los pecados capitales y la depresión
La melancolía, como experiencia humana, siempre ha existido. Sin embargo, la forma en que la sociedad cataloga esa experiencia ha cambiado a lo largo del tiempo.
En la Antigua Grecia Hipócrates se refería a la melancolía como uno de los cuatro humores que componían el cuerpo, la “bilis negra”, que era el peor de todos. Esa bilis contenía pneuma, que provocaba enfermedades y hacía que la persona pasara rápidamente de la tristeza a la ira. Por eso, la melancolía se asoció con la depresión, una idea que se mantuvo hasta el Renacimiento.
Es curioso que durante la Edad Media la melancolía, entendida como sinónimo de tristeza y pereza, fue considerada como uno de los pecados capitales, aunque más tarde se eliminó de la lista. Sin embargo, con el Renacimiento todo cambió y la melancolía comenzó a ser asociada con la genialidad y la locura creativa. A finales del siglo XV, Marsilio Ficino, un filósofo italiano, propuso que las personas con más bilis negra mostraban una sensibilidad artística especial.
Así, el término depresión no apareció hasta el siglo XVII, aunque siempre vinculado a la melancolía. Y no fue hasta las primeras décadas del siglo XX que el concepto de depresión ganó identidad propia, desvinculándose de la melancolía.
La persona melancólica y la distimia
El término melancolía también se ha usado para designar uno de los cuatro tipos de temperamento, los cuales servían para catalogar la forma habitual que tenemos de reaccionar ante los estímulos del ambiente. El temperamento tiene una base hereditaria y nerviosa, por lo que las personas con un temperamento melancólico suelen tener un sistema nervioso más sensible. Algunas de sus características son:
- Son introvertidos y analíticos
- No les gustan los cambios
- Muestran una gran sensibilidad emocional
- Tienen una gran capacidad de concentración
- Son perfeccionistas
- Sufren cambios emocionales bruscos
Las personas con un temperamento melancólico, por sus propias características, también son más propensas a sufrir distimia, un tipo de trastorno afectivo que se caracteriza por sentimientos de desesperanza, falta de energía, cansancio, dificultades para concentrarse y tomar decisiones, así como una baja autoestima.
Sin embargo, a diferencia de la depresión, la persona con distimia no tiene pensamientos recurrentes sobre la muerte ni pierde la capacidad para experimentar placer. La persona con distimia experimenta un estado de ánimo melancólico, pero este no le impide seguir con su día a día, mientras que quien padece una depresión mayor puede verse profundamente incapacitado para llevar adelante su vida.
¿Qué hay realmente detrás de la melancolía?
Independientemente del tipo de temperamento, la melancolía es un estado que todos podemos experimentar. De hecho, estar abatido, desanimado, decepcionado, triste y nostálgico es una experiencia afectiva normal que no implica que estés atravesando un estado patológico. El problema aparece cuando ese estado dura demasiado o se le suman otros síntomas.
Si permites que tu mente viaje continuamente al pasado, buscando recuerdos de otros tiempos y viejas compañías puede ser porque sientes que algo falta en el presente y tu realidad no te satisface del todo. Por eso, detrás de la melancolía se suele esconder una carencia. Miramos atrás para buscar algo a lo que aferrarnos porque nuestro presente no nos brinda las razones suficientes para seguir adelante.
También, detrás de la melancolía puede esconderse la creencia de que “cualquier pasado fue mejor”, y por lo tanto, la dificultad para vivir y apreciar el presente y aceptar que la vida está en continua evolución y las diferentes etapas de la vida.
El lado más amable de la melancolía
Aunque a lo largo de los años la melancolía se ha relacionado con la depresión y los sentimientos negativos, lo cierto es que este estado también puede reportarnos diferentes ventajas para nuestra vida cotidiana.
- Nos hace más objetivos. Investigadores de la University of New South Wales, en Australia, sugieren que la melancolía nos puede ayudar a tomar mejores decisiones. Este estado de ánimo influye en la cognición, haciendo que pongamos en práctica estrategias de procesamiento de información más adecuadas para enfrentar las demandas del medio, sobre todo cuando estas son muy exigentes. Estos investigadores indujeron en algunas personas un estado de tristeza y melancolía mostrándoles un breve documental. Así apreciaron que los participantes que reportaron un mayor nivel de melancolía también fueron más objetivos juzgando la veracidad de diferentes rumores y recordando eventos pasados. Además, fueron menos propensos a dejarse llevar por los estereotipos.
- Estimula nuestra creatividad. La ciencia ha demostrado que los vínculos entre melancolía y creatividad no son un mito romántico. Investigadores de la Universidad de Harvard les pidieron a un grupo de personas que dieran un discurso corto sobre el trabajo de sus sueños. A algunos les dieron una retroalimentación positiva, a otros negativa. Después debían hacer un collage usando todos los materiales que quisieran, una tarea creativa que fue evaluada por artistas profesionales. Cada participante reportó su estado de ánimo, y se evaluaron los niveles de DHEA, una hormona vinculada con el estrés y la tristeza. Así se pudo apreciar que quienes reportaron un estado más triste y melancólico, fueron más creativos.
- Mejora nuestra memoria. Otro experimento realizado en la la University of New South Walesdemostró que la melancolía potencia nuestra memoria. En esta oportunidad los investigadores trasladaron su centro de operaciones a una pequeña papelería. Cerca de la caja registradora colocaron diferentes baratijas, como soldaditos de juguete, coches en miniatura y animales de plástico. Para potenciar diferentes estados emocionales, los días grises sonaba en la tienda una música de tintes melancólicos mientras que los días soleados se escuchaba una música enérgica y animada. Cuando las personas terminaban de hacer su compra, los investigadores les pedían que intentaran recordar la mayor cantidad de detalles posible y que llenaran un cuestionario sobre su estado de ánimo. Así se apreció que la melancolía potenció hasta cuatro veces más el recuerdo.
¿Cuándo la melancolía es peligrosa?
La melancolía no es un sentimiento negativo, de cierta forma, es una especie de victoria sobre la fuerza destructiva del tiempo. Cuando recuperamos las personas y los lugares perdidos activamos nuestra memoria y encontramos recuerdos positivos que nos permiten seguir adelante, haciendo nuevas inversiones emocionales.
El problema aparece cuando esa melancolía dura demasiado y, en vez de vivir el presente, nos dedicamos a vivir en el pasado, pensando que el futuro no acarreará nada mejor. Entonces corremos el riesgo de abrirle las puertas a la insatisfacción y la depresión.