Hablamos a veces de “comer por ansiedad“, realmente el componente emocional es una parte fundamental y es fácil caer en recurrir a la comida para calmar determinados estados de ánimo.  Este tipo de conductas puede acabar por generarnos una “adicción a la comida” (Incluso derivar en trastornos de alimentación como bulimia o atracones compulsivos…)

¿De qué hablamos exactamente cuando hablamos de adicción a la comida?

Cuando hablamos de adicción a la comida, evidentemente hablamos de adicción a un tipo de comida en concreto: suele darse con los hidratos de carbono refinados y procesados, alimentos con alto índice glucémico: panes, pasta, dulces, refrescos, galletas, patatas, bollería…  frente a los hidratos de carbono que naturalmente están presentes en verduras y frutas. (Difícilmente sintamos ansia de espinacas… pero la lasagna de espinacas, eso ya es otra cosa)

Al pensar en azúcar solemos asociarlo al sabor dulce: pero no solamente, el azúcar está presente en aquellos alimentos de alto índice glucémico, y también se añade a numerosas comidas procesadas: además de en los dulces como bollería, chocolates, helados…también en harinas refinadas como pan, pizza, galletas, patatas fritas, aderezos como salsas, refrescos y zumos, cereales de desayuno, productos light (quitan la grasa y añaden azúcares)… Incluso en preparados como comida congelada o para microondas.

Pueden encontrar el azúcar con muchos nombres en las etiquetas de los productos, a veces está oculta en los ingredientes acabados en “-osa”: dextrosa, fructosa, glucosa, maltosa o sacarosa; también jarabe de maíz, sirope de arroz,  “jarabes de”, “jugos de” y siropes…

Si miran las etiquetas en un supermercado se sorprenderán de la cantidad de cosas que llevan azúcar: salsas de tomate y tomate frito, mayonesas, ketchups, preparados de carne y embutidos, en alimentos que nos venden como “sanos” como yogures o barritas de cereales, o incluso en alimentos infantiles.